Nos dirigimos hacia el sur del Sahara liberado. Prácticamente hemos perdido la noción del tiempo y del lugar donde estamos, pero nuestros conductores nos guían hacia Mijek, la tercera de las siete regiones en que se organiza el territorio liberado.
Resulta extraño ver por la ventana del coche la comitiva que hemos formado; de tres vehículos que éramos inicialmente, pasamos a sumar cuatro debido a la seguridad que el Frente Polisario nos designa. De repente paramos, parece que estamos en el mismo punto que hacía 500 quilómetros, pero todo ha cambiado.
Empieza el trabajo
Incrédulos y sorprendidos ante el hecho que vamos a pasar la noche en el medio de la nada, los guerrilleros empiezan a montar la haima (nuestra gran y confortable tienda de campaña). Rápidamente intentamos formar parte del equipo y colaborar en todo lo que estuviera en nuestro alcance.
Es evidente que todo lo que hiciéramos nos sorprendería, pero nuestras expectativas se superaron de nuevo. Era el momento de preparar la cena: pinchitos de camello. El menú no era nuevo, pero si era la forma de conseguir el producto. Os ponemos en situación: un territorio infinito, árido y rocoso, sin ninguna muestra de vida excepto una camada de un centenar de camellos con su pastor. Imaginamos que no necesitamos explicar qué “accidente” sufrió una de las presas. Fue una lucha intensa entre una decena de guerrilleros y los dromedarios.
En tanto que un grupo de trabajadores y estudiantes se dedicaban a este menester, otros se dedicaban a otra parte fundamental de la cena: el pan. A base de harina y agua elaboramos con nuestras manos el bollo que después seria horneado por la naturaleza bajo un suelo de brasas y arena.
Seguimos con el té, ya que no podemos olvidarnos de su importancia en la dieta saharaui. Éste se toma bajo un ritual marcado por tres rondas: la primera, con una mínima cantidad de azúcar y que simboliza la amargura de la vida; la segunda, más dulce, simboliza el amor; el ritual se cierra con un té dulce que lo dedican a la muerte.
En busca del hotel
La noche se acaba y los guerrilleros empiezan a perderse individualmente por el desierto con sus bártulos para dormir. Estamos tan exhaustos con todo lo que nos está pasando que no le damos importancia hasta la mañana siguiente. Reflexionando, nos damos cuenta que esta actitud tenía un único sentido: nuestra protección, al mismo tiempo que uno de ellos bromeaba diciendo: “cada uno elegimos hotel para dormir”.
viernes, 16 de abril de 2010
“Hoy comemos pinchitos y elegimos hotel para dormir"
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Da gusto saber que hay tan buenos colegas dando vuelta por el mundo...
ResponderEliminarNada que envidiarle Kapuscinski...
Saludos desde Argentina